Las vacaciones de verano son, sin lugar a dudas, el momento más esperado del año. Ese espacio de tiempo en el que logramos desconectar de la rutina diaria marcada por el trabajo y las obligaciones que nos atienden a lo largo de esos 365 días. Nada mejor que dejar atrás todo ello para reponer fuerzas y recobrar las energías que necesitaremos para afrontar otros once meses de “normalidad”. Es importante, pero, tener en cuenta que, no todo merece ser olvidado. Hay rutinas y hábitos que deberíamos cuidar siempre, aun y en vacaciones, para evitar tener que enfrentarnos a las consecuencias que pueden derivarse de ello. Hablamos del mantenimiento físico y de la alimentación. Comúnmente, durante el período vacacional nos permitimos más lujos a la hora de comer y elegimos el sedentarismo por unos pocos días. No es que sea algo del todo equívoco, y es que la “obligación” de cumplir siempre, al final, cansa. Pero cuanto a estos dos aspectos se refiere, deberíamos tomárnoslos más como un estilo de vida que como algo impuesto, así, aun estando de vacaciones, seguiríamos estando saludables y alejaríamos el temor a subir a la báscula tras la vuelta y tener que batallar con la rutina de nuevo y perder el peso ganado.
Lógicamente, “pecaremos” en ciertas comidas y nos mantendremos menos activos, porque nos lo merecemos y también es necesario arriesgarse, un poco, en ese sentido, si no ¿qué emoción tendría? Jajaja. Pero lo que os decíamos, chic@s, no hay que obsesionarse y sí ser conscientes de qué se puede disfrutar sin tener que caer en el arrepentimiento, luego.
Llevar un estilo de vida un poco menos saludable en vacaciones y reducir nuestra tabla de ejercicios, tampoco significa entrar en una espiral de malos hábitos sin salida. Solamente, deberemos controlarlo para que el “más que seguro” aumento de peso, sea cuanto menos, mejor; y, que no todo sume grasa en nuestro organismo en su totalidad (por ejemplo, retención de líquidos, que nos hace sentir más hinchad@s, pero es fácil de eliminar).
Seguir los ritmos biológicos
Como decíamos antes, es común que en verano comamos más y sin seguir horario alguno. Es importante que tengamos un control sobre esos aspectos de nuestras comidas, sobre todo para acostumbrarnos a no perder esa rutina diaria, esos ritmos circadianos que ya tenemos y que vienen marcados desde hace tiempo, los cuales, después, no queremos que nos cueste recuperar o, lo que es peor, acomodarnos a ello y pasar hambre, destruyendo todo por lo que hemos luchado con anterioridad.
Saludable, ante todo
El problema de ganar peso en verano se encuentra, la mayoría de veces, en cantidades, sí, pero muy especialmente, en el tipo de alimentación. Los alimentos que ingerimos suelen ser alimentos con poca fibra, altos en ingredientes calóricos, bebemos poca agua y muchos refrescos y bebidas azucaradas, con gas; o abusamos más de la cuenta de la sal, uno de los enemigos principales para la aparición de la retención de líquidos y aumento de peso.
Llevar una dieta equilibrada y no perder de vista las propiedades que nos aportan la fruta, la verdura, los cereales, los frutos secos, las legumbres, el aceite de oliva, el pescado…, en definitiva, todo lo bueno que, por suerte, tiene la dieta mediterránea, con productos frescos y naturales; es lo mejor que podemos hacer para huir de “engordar”.
Deporte y descanso
Y como bien dicen todos los expertos, no todo es dieta y alimentación. Es muy importante que, además de cuidar nuestro organismo por dentro, hagamos lo propio por fuera. Hacer ejercicio y estar activos durante el día, aún y en vacaciones, nos ayuda a quemar esas calorías de más y, muy especialmente, a reducir la retención de líquidos para que la pérdida de peso sea efectiva en poco tiempo.
Fundamental, también, es tener un buen y merecido descanso por la noche. Procurad dormir siempre las horas mínimas establecidas y que vuestro cuerpo pueda necesitar (puede que por el cambio de ritmo, éstas varíen), así como, evitar realizar cenas pesadas, consumir alcohol o tomar otros estimulantes antes de acostaros.